Una entrevista a Rodrigo Izquierdo fue publicada en la revista Solar, n.6, Otoño Invierno 2018.
VUELO INTERIOR
Tras curtirse en algunos de los estudios más importantes del sector, el interiorista Rodrigo Izquierdo afronta su reto decisivo: caminar solo y poner las bases para una filosofía, ética y estética del diseño de interiores
Texto: Carlos Primo
Fotografía: PABLO GARCÍA CONTRERAS
El vértigo no existe en el vocabulario personal de Rodrigo Izquierdo (Barcelona, 1979), aunque más de uno exigiría ese término para describir la sensación que supone iniciar un proyecto pro-pio en un mundo, el del interiorismo, en el que la competencia es feroz y nunca parece haber sitio para todos. «Estoy muy tranquilo y ten-go mucha seguridad de que las cosas, al final, salen bien», explica desde su estudio de Milán este barcelonés que lleva casi diecisiete años cómodamente instalado en las alturas del sec-tor, aunque ahora comience virtualmente des-de cero.
Siempre tuve claro que quería hacer dise-ño», apunta. Tras estudiar en Eyna (Barcelona) y cursar un máster, entró a trabajar en el es-tudio Tarruella López, toda una institución en el interiorismo español. Allí permaneció dos años. «Y luego decidí probar suerte en el ex-tranjero». Dicho y hecho. Izquierdo, que ya se había afilado los dientes en lo más granado del interiorismo patrio, aterrizaba prácticamente solo, con un portafolio debajo del brazo, en Mi-lán, donde apenas conocía a nadie. «Fue enton-ces cuando una amiga me sugirió que hablara con Patricia Urquiola. A mí me sorprendió, porque la conocía como diseñadora de mobi-liario, pero no como interiorista. Probé suerte, hice la entrevista y empezamos a trabajar jun-tos». A lo largo de trece años, Izquierdo traba-jó como coordinador (creative supervisor) del departamento de Design del Studio Urquiola, un periodo clave en el que la asturiana se con-virtió, sin discusión alguna, en la diseñadora más influyente de Italia y, por extensión, del mundo. Asegura que de ella aprendió a trabajar en todo tipo de proyectos, y también a dedi-car a cada uno de ellos una atención obsesiva y milimétrica. «Con ella, la pequeña escala es fundamental, y llega un momento en que te cabreas porque una pieza tiene tres milímetros de más. Pero es que cada milímetro importa. De Patricia he aprendido a poner en práctica la sensibilidad y el bagaje adquirido».
Hay interioristas emotivos e interioristas matemá-ticos. Tal y como dejan entrever los proyectos que ha firmado en solitario, Rodrigo Izquierdo es una mezcla de ambos, con un toque de ratón de biblioteca. En los locales que ha diseñado para la firma Charo Ruiz Ibi-za, la atmósfera balear se refleja en texturas naturales, tonos luminosos y una poética suntuosa y décontractée. En la flagship store berlinesa de Roberto Cavalli, la Flo-rencia del Renacimiento se traduce en colores suaves, muebles a medida y una atmósfera artesanal y femeni-na. Lo mismo sucede con sus proyectos residenciales y de hostelería. Todos son delica-dos y precisos, pero la firma es precisamente la ausencia del ego. «Un proyecto es llevar a cabo un análisis serio, y ser capaz de ob-jetivizarlo. La premisa es el proyecto, encontrar los elementos que subrayen el mensaje que queremos dar. El diseño debe ser objetivo. Por supuesto, tengo mis gustos persona-les, pero también intento que mis decisiones sean objetivas y obedezcan a razones de peso. Reducir lo aleatorio al máximo. Por eso la investigación la disfruto como un enano». Autor de espacios que son casi tesis doctorales, Izquierdo asegura que, de momento, no quiere imponer un horizonte fijo a sus planes. «Todo llega. Hago lo que me apetece y lo que me gusta, y sé que ese es el camino».