El contexto es el más clásico imaginable: un edificio de principios del siglo XX en el centro histórico de Milán. Tres apartamentos diferentes que se combinarán y reinventarán por completo con una superficie total de casi 400 metros cuadrados. El objetivo era reconfigurar la planta para que respetara los cánones estéticos existentes; La posibilidad de crear una nueva composición de espacios que aparecían como la planta original, interconectándose sin esfuerzo según un estilo lo más acorde posible al del edificio.
Una renovación total: la cocina tuvo que conectarse a la terraza, el salón se duplicó, cuidando de restaurar las hermosas puertas de cristal, los suelos se rehicieron. Al revertir el plan, era natural agregar una chimenea en la sala de estar.
Los propietarios de este apartamento tenían las ideas claras: «Me pidieron color, color, color a lo que respondí a mi manera: elegí mis tonos saturados preferidos y los combiné para crear armonía». El punto de partida fue el azul: el azul papel azucarado elegido para las paredes del comedor, el tono profundo del aparador Bramante de Cassina y los lujosos sofás de terciopelo. «Y luego continuamos de manera consistente: verde oscuro, morado, magenta y así sucesivamente». Pero había otro desafío: dar sentido a los distintos tonos ricos para lograr una sensación de coherencia. «Quería proponer colores que no fueran simplemente decorativos, tenían que convertirse en parte integral del proyecto. Cuando los distintos tonos se neutralizan entre sí, significa que has hecho un buen trabajo».
